viernes, 4 de abril de 2014

Luces en la penumbra


De fondo suena en la radio esa canción que siempre me traslada al paraíso y me hace sentir la paz que tanto anhelo. 

Y me invade ese cosquilleo alrededor del cuello, que me eriza la piel, que estremece todo mi cuerpo... siempre por sorpresa...

¡Ring!, ¡ring!, ¡ring! - suena el teléfono.

- Nene, tu padre ha sufrido un accidente.

Así comenzó mi mañana de ayer y acabó diciendo: 

- Murió mi padre.

Luego, un vacío inmenso que paralizó mi cuerpo y, ahora, vuelvo a sentir ese cosquilleo intenso que alerta mi espíritu.

- La muerte sólo duele al que se queda. Los que se van están bien - No sé de dónde surgió esa mujer, pero allí estaba caminando por la sala - Creo en la reencarnación y siento que, cuando nos vamos de aquí, nos trasladamos a un lugar mejor donde se descansa, se aprende y se reflexiona sobre lo vivido aquí. Así que, alégrate por él, aunque su muerte haya sido tan trágica.

Sus intensas palabras se alojaban en mi interior y enmudecido seguí escuchando - Cuando se muere de esa manera es duro, uno no se lo espera y no se ha preparado para morir. Por eso es importante vivir lo que se pueda, porque ya regresaremos para vivir más cosas o las mismas, todo depende de si se aprendió o no.

Que segura de sus palabras – pensé, me encantaba y dejé que me embriagará y trasladará a ese mundo de paz y de alegría.

- La vida es más bonita cuando se comprende y se entiende el sentido de pasar por ella - paseaba despacio por la sala mientras hablaba y hablaba. 

En la habitación todo es de color blanco: las paredes, los suelos, las sillas...  destacan unas grandes balconadas con visillos blancos que con mirarlos me adormece. Este entorno tan etéreo se me vuelve mágico y me siento relajado y ensimismado en sus palabras. La sutileza en su cuerpo, en sus curvas, esa voz tranquila y dulce…

- Pareces escritora - le dije.

- Me gusta escribir - respondió sin alterar su voz y con la misma calma que le acompañaba... - Me gusta aprender de la experiencia y me gusta vivir, aunque más bien parezco una filósofa – hizo una pequeña pausa y mirándome con amor se acercó y me abrazó suavemente, susurrándome al oído - Gracias por el cumplido, viniendo de un escritor es todo un halago.

- De nada – respondí abatido pero a la vez cautivado y sorprendido por esa mujer madura que me hablaba y acompañaba en un momento tan doloroso y, sin querer pecar de zalamero, continúe pausadamente - para escribir, hay que saber asimilar la experiencia, sino, no se puede. Y está claro que eso tú lo dominas.

- La vida que me ha tocado me ha llenado de mucha materia y hay que hacer algo con ella - volvió a responderme con esa sabiduría que acompaña a los que ya han vivido mucho.

Mirándose las manos seguía en su discurso improvisado lleno de amor y cariño - Creo que me ha tocado enseñar a los demás y quiero hacerlo. ¡Hay que ayudar! ¡Tenemos que ayudar!. Necesitamos un mundo mejor y las nuevas generaciones sólo ven ruina, no ven futuro. Hay que ayudarles a que vean que se puede salir y construir.

Cada generación tiene lo suyo, y nuestros hijos tienen la renovación de la humanidad en sus manos y hay que prepararles. ¡No podemos mostrarles nuestra desesperación!. Piensa en tus hijas, ¿Quieres que se dejen llevar por el caos?

- No, por supuesto que no- dije apresuradamente.

- Yo tampoco - su seguridad y firmeza me dejaban sin palabras, sólo quería escucharla - Quiero que trabajen y luchen por un mundo mejor y a su medida. Su mundo será muy diferente al que tenemos, se acabaron las empresas que te acogen, van a tener que cooperar y compartir. Y, hoy por hoy, no sabemos enseñarles porque a nosotros se nos educó en lo material. Cuántos más bienes tengas, mucho mejor. Pero no, esto no es así y ahora tenemos la prueba de que no ha funcionado.

Esa no es la meta y van a tener que cambiar la filosofía de vivir - admiraba cada una de sus palabras y me estaba volviendo loco por poder sentirla cerca de nuevo - … y me uno al carro mientras viva.

Se giró de repente y sonriéndose me dijo: - Hablo mucho, ¿eh?, y de sus labios salió una preciosa risa.

- Hablas mucho pero me gusta escucharte – la miraba muy atento y esperaba de nuevo sus palabras y que sus brazos me rodearan una vez más.

- ¿Suena bien lo que digo? - respondió divertida - Pues mucha gente cree que estoy loca – una sonora carcajada retumbó en la sala. Y sonreí por primera vez desde que…

- Siempre se ha dicho que los locos son los que se acercan a la verdad - me animé a participar de su conversación.

- Puede ser, pero también terminas solo - comentó con naturalidad - Lo primero que he aprendido en estos últimos años es a estar sola y feliz, sino no podría avanzar.

- Eso es cierto - continué… - ¿Sabes? Me haces pensar en otras cosas y eso me viene muy bien ahora.

Se arrodilló frente a mí y tomó mis manos. Un calor intenso comenzó a recorrer mi cuerpo y sentí que me sonrojaba - Uno puede decidir si se queda en el sufrimiento o si prefiere ir hacía lo que le hace feliz. Toma siempre una actitud positiva y hacia delante, está prohibido quedarse quieto y acomodarse.

Que mujer tan interesante, peculiar y diferente a los demás estaba conociendo y ya no quería separarme de ella. La quería en mi vida, la quería en mi mente, la quería en mi cama, la quería, la quería… era la musa de mis sueños.

2 comentarios:

  1. Un relato que deja un buen sabor de boca a pesar de la trágica
    noticia. Y sin duda lo que ayuda es la prosa que destila, reposada
    directa e intensa.

    Y el final preciso, un final deseado, un final que da para
    muchas historias.

    Enhorabuena.


    Besotes.

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  2. Querida Esther, me encanta la musicalidad de tu prosa y esa naturalidad para hacer transitar a tus personajes de la tragedia a la paz y, siempre, con ese toque de sensualidad que impregna tu vida.
    Gracias por regalarnos tu personalidad y el sosiego de tu alma

    Gracias

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