jueves, 30 de enero de 2014

Adios al humo, bienvenido el amor.

Desde hace tiempo el dejar de fumar era algo que vagamente se me pasaba por la mente.

Ante la insistencia de mi hija pequeña, siempre buscaba una escusa: 'cuándo tu te dejes de morder las uñas', le decía.

Finalmente, hace unos meses ella ha dejado de modérselas y durante este tiempo ha seguido reclamando mi parte del trato.

Pero hasta este fin de semana, en el que conocí a un grupo de personas muy evolucionadas en el espíritu, los pocos que fumabamos comentabamos sobre lo esclavos que eramos de este vicio, comentarios que ya he oído en muchas ocasiones. O que me gusta fumar y si dejo de fumar tabado empaquetado, pasaré a fumar de liar o en pipa... otra idea que lleva a no dejar de fumar nunca.

Pero lo que realmente me llegó fué una reflexión diferente, no nos amamos y por eso dañamos a nuestro cuerpo, cuando es el mejor regalo que nos han dado en esta vida, con el que tenemos que movernos y aprender y vivir.

Y esta nueva opinión me ha hecho reflexionar y plantearme: ¿Por qué no me amo? ¿Qué hay en mí que me boicotea y no me deja cuidarme? ¿Por qué no me respeto?

El simple hecho de haber llegado a la conclusión de que yo misma no respeto mi cuerpo, ni a mi misma, que no me amo lo suficiente y no me permito estar mejor físicamente, hizo que hace dos días dijese: 'Me quedan ocho cigarros, cuándo se acabe el paquete no compro más' - no dije que dejaba de fumar porque temía no poder conseguirlo.

Ese día me fumé tres cigarros más, con ansiedad. Ayer me fumé los cuatro o cinco que me quedaban con calma y disfrutando de cada una de las caladas. No hubo ansiedad y, cuando ayer salí a la calle, a acompañar a mis hijas a clase de guitarra, les anuncié: 'Chicas, es mi último cigarro. En cuanto se termine no voy a fumar más'.

La pequeña me miró sorprendida pero a la vez muy feliz, le aterra la idea de que me muera y desaparezca de su vida.

La mayor me preguntó si era verdad y por qué lo hacía, y la pequeña ante ese comentario me decía que no me creía que no iba a poder.

Muy segura y decidida les dije varias razones: 'el tabaco hace que perdamos los sentidos del olor, del gusto... y quiero recuperarlos. Quiero salir al campo y oler la tierra, entrar en un pinar y oler los pinos, quiero comer saboreando lo rico que está todo... y principalmente porque quiero estar sana y sentirme mucho mejor y cuidarme y amarme de verdad'.

Me he despertado de madrugada con mi mente pensando en anunciarlo a los cuatro vientos en el facebook, de hacer una nueva entrada en el blog,... pero con un enfoque muy diferente al que estoy escribiendo ahora.

Creo que quería hacerme la chula y demostrar al mundo que puedo.

Lo curioso ha sido que cuando he estado ante el facebook, no me he acordado, o si me he acordado lo he postergado.

Ahora pienso que quizá mi incosciente estaba reflexionando y frenándome. No necesito demostrarle al resto nada, no necesito sus cotilleos o comentarios negativos, pero lo que realmente no necesito, es obsesionarme y hacer de esto algo obsesivo y competitivo. Amarse es lo natural.

Por, ello, soy yo la que debo asegurarme de que lo hago por mi salud, no es un reto agresivo, sino un bienestar tranquilo, y sobre todo que es un gesto de amor hacía mí.

Protejo y mimo lo mío
Antes de salir de casa les he dicho a los niños que había dejado de fumar, que seguramente iba a estar más irritable y que no me lo tengan en cuenta.

El mediano me ha llamado pesada y le he dicho que le estaba pidiendo ayuda: 'S.O.S., por favor, ayudadme y ser comprensivos, sólo os estoy pidiendo que me ayudéis'.

La mayor le ha recriminado por no ser comprensivo y me he marchado con una sonrisa en los labios. Sé que no voy a estar mal, siento que voy a cargarme de más amor que eso sólo puede ser bueno para mí y para ellos.

Estoy feliz, activa, incluso acelerada, pero controlada. Mi consciencia hace que no esté siendo un horror sino un amor.

No paro de parlotear, ¿acaso el fumar te hace antisocial? porque antes era mucho menos comunicativa. Serán los efectos del mono, jejejeje.

Resumiendo, que me siento bien, que cuidarme ha sido todo un descubrimiento y sentir mi amor por mí me hace super feliz.

La de cantidad de veces que he dicho que me amo y, cada vez que me amo más, lo diferente que es. Siento que me envuelvo de amor y me siento tan querida y valorada por mi... Que bonito es amarse.

¡Sonrisa de felicidad, de ternura y de amor, mucho amor!!!  

miércoles, 22 de enero de 2014

Envidia mala, mala la envidia

"Que mala es la envidia". Parece una frase hecha, pero no, es una realidad como un templo.

A lo largo de mi vida he despertado envidias y he tenido que lidiar con ello y solucionar las consecuencias que eso pudo ocasionarme. Pero no se ha terminado. Ahora las envidias las despiertan mis hijos y 'van a por ellos', sobre todo a por el mediano.

Es un niño diferente por muchos motivos. La noticia de que fuese varón hizo que siendo tan sólo un embrión, sintiese que a su madre no le hacía mucha gracia.

Tuvo que soportar mucha tensión durante su desarrollo fetal porque yo estaba tensa por situaciones en el trabajo, por tensiones en casa con su padre, y porque para mí los embarazos han sido verdaderas enfermedades y me han causado muchos trastornos físicos.

Ya presentía que iba a ser un niño con carácter porque me despertaba por la noche si la postura en que dormía le hacía sentirse incómodo. Incluso empujaba el colchón para que me diera la vuelta. Niño fuerte y con genio.

Tanto stress sufrí en ese embarazo que nació seis semanas antes, con tan mala suerte, que sus pulmones no estaban formados y cogió una bronconeumonía.

Apartado de su madre de raíz durante sus primeros diez días de vida. Atado en la incubadora porque se arrancaba las vías. Pinchazos por todo su cuerpecito de 'trapo'. Fue una tortura para él y para los que le estabamos observando. Al menos a mi me destrozaba no poder consolarle y que me restriguiesen las visitas.

Pero aún así era un bebé tranquilo que disfrutaba de mis abrazos y mimos cuando, por fin, lo trajimos a casa.

Al mes de vida sufre un proceso de apneas, en el que ví peligrar su vida. Creía que me quedaba sin mi precioso bebé y luche para que no se fuese de mi lado reanimándole y dándole mi aliento hasta que pudimos llegar al hospital y que le atendieran.

Si creíamos que ya había sufrido bastante nos habíamos equivocado. Durante más de 24 horas estuvieron luchando para que no dejase de respirar. Cada 15 segundos paraba y los médicos y enfermeras le pechizcaban en los pies para que volviese a respirar.

Cuando me lo dieron a los dos días ya era diferente. No paraba de llorar, nada le calmaba, sólo mis brazos y mi pecho pero no durante todo el tiempo... incluso las enfermeras, que me trataron como madre primeriza, se rindieron y lo dieron por perdido.

A partir de hay supe que mi hijo era diferente y que me iba a tener envilo de por vida.

Y puede comprender que él me tenga en alerta porque es mi hijo y como madre me preocupo por él y de su bienestar, pero cuando veo que muchos de sus sufrimientos son causados por las envidias de otros... me callo, no digo nada, pero por dentro les cogería y les diría cuatro cositas.

Encima piensa que son sus amigos y no se da cuenta de que lo que pretenden es fastidiarle y de que se le castigue, se le encasille y se le reprima y se le aparte.

Envia mala, mala la envidia, sea como sea siempre en nuestras vidas.

martes, 21 de enero de 2014

Monólogo para sordos o carta a mi familia


- Hey ¿Se me escucha?. ¿Me oís?

¿No tenéis a veces la sensación de que cuando habláis nadie os escucha? A mí me sucede muy a menudo.

Hoy me levanto con el día torcido y aviso:

- Hoy no tengo un buen día. Me duele todo el cuerpo y estoy realmente jodida.

Y que cojones os importa al resto. Víctor, te despiertas enfadado y con mal tono me dices que no te quieres levantar que estás muy cansado. Paula, que le duele la tripa. Helena, que estás mareada.

Todas las escusas del mundo para no levantarse. Cuando me he cansado y viendo que ya llegaba tarde, incrementado por el dolor de cuerpo con el que me he levantado, cojo la puerta y me marcho a trabajar. He pensado: ‘ahí os quedáis, apañaros vosotros solos’.

Llego al trabajo tarde y… mensaje en el móvil de que si fulanito me trata mal. Yo, que no estoy muy receptiva, mando mensaje a fulanito recriminándole que la mime y la cuide.

Resulta que toda la bronca es, porque el suelo de la cocina estaba lleno de papeles de los bollos del desayuno, y le ha dicho que lo recoja.  Y ella que es muy contestona y chulita por la mañana, pues responde con mal tono y ya se lía el tema. Se toman fatal la situación y a discutir y acudir a mamá que ya está en el trabajo.

(Nota: Helena me ha dicho que no los ha tirado ella, así que, quién haya sido, por favor, que los tiré a la papelera que sino luego toca recogerlos al resto y se provocan broncas innecesarias).

Me enfado y pienso: ¿Es qué ninguno os dais cuenta de que me encuentro realmente mal? ¿No podéis hacerme la vida más sencilla?

Pues no, al contrario, cada vez que estoy mal sucede de todo, y en lugar de aliviar mi malestar parece que provocáis que se incremente y que acabe de los nervios.

Hace tiempo, cuando no me comunicaba, comprendo que no supiéseis que estaba mal, pero ahora que lo grito a los cuatro vientos… un poquito de por favor, que mamá no se encuentra bien. Hacedme la vida más fácil y no aprovechéis esos días para negaros a ir a entrenar, no acudir a clase de guitarra, quedarse en el parque hasta muy tarde, no presentarse a la mesa a la hora de cenar… y así podría enumerar más cosas y más cosas.

Seguramente sea el pilar de la casa y sino estoy en plenas facultades todo se descoloca, pero tengo derecho a ponerme enferma y que se me cuide.

Llevo todo el día solucionando temas que os afectan, cómo las envidias de unos compañeros de balonmano de Víctor, que están malmetiendo para que abandone el equipo. Problemas con una profesora de Helena que no tiene autoridad y que provocan que los alumnos se conviertan en verdaderos delincuentes y acosadores.

Que se ha aprobado por fin la instalación del ascensor en casa y que no sé si me voy a tener que prostituir para pagarlo.

Que llego a casa, después de una larga reunión con un grupo de padres del colegio, y me encuentro con un panorama que parece que ha pasado un tsunami. Cocina llena de platos, vasos, cubiertos, tapas de yogur, envases, encimera llena de cazuelas, comida sin guardar que se va a estropear, montones de verduras y carne fresca sin preparar desde el sábado que al final me va a tocar tirarla… y ya no hablo de que hay que recoger las habitaciones, poner lavadoras, recoger la ropa seca que hay distribuida por toda la casa debido a las lluvias de los últimos días, me encuentro el lavaplatos lleno y sin poner… no sé si pensáis que soy superwoman o que tengo capacidades ilimitadas. 

Pero os aseguro que no, que soy mortal y que tengo límites y que si encima tengo la espalda destrozada esos límites se ven mermados considerablemente.

Pues con todo y con eso llego a las seis de la tarde y me da tiempo a comer de pié, mientras recojo la cocina. De regañarte, Paula, porque no has ido a guitarra y nos metemos en un debate de si te aburres, de si tienes que estudiar, pero estás sentada con los pies sobre la encimera chateando por el móvil… me alucina la manera tan curiosa de estudiar que tienes.

Llegas Víctor, con una preciosa sonrisa y me besas y abrazas. Gracias, ha sido una de las mejores cosas que me ha sucedido hoy. Vienes contento porque has estado hablando con tu entrenador y parece que ya no es el ogro que te estaban haciendo ver. Mi amor, tienes que aprender a saber de quién puedes fiarte. Ese que dice ser tu amigo ya te la ha jugado en las clases de inglés y pretende lo mismo con el balonmano. Pasa de los demás y disfruta de jugar que es lo que más te gusta y te hace muy feliz.

Pero bueno, como siempre, dices que no tienes deberes y a liarte con la play. Y ¿para cuándo estudias? En nada tendrás exámenes y volverán las angustias y luchas para que te entre todo en la cabeza en menos de 24 horas. Ya te informo que es imposible. Hay que estudiar un poco cada día para que sea todo más sencillo. Media hora de cada día supone que la víspera del examen sólo repases por encima para confirmar que te lo sabes. Y ya has visto cómo hemos estado el trimestre pasado: llorando y desesperado porque no te entraba y porque no te daba tiempo a estudiarlo todo.

Sigo con mis líos en la cocina. Hago hummus con los restos de los garbanzos del cocido del fin de semana, cuelo el caldo y lo guardo en el congelador en unos frascos. Con otros pocos preparo ropa vieja, que luego ninguno os coméis porque decís que no os gusta, pero sino lo habéis probado.

Continuo… con una tableta de turrón blando, que dejastéis abierta sin catar, he hecho un helado de turrón.

Con una calabaza que se me estaba estropeando, y aprovechando que estoy asando unos cuartos de pollo para que comáis mañana, he hecho un bizcocho de esos que os encantan.
Y a las nueve os digo que a cenar… sólo acude Helena que está a dieta, porque sólo quiere  comer verdura y pide un poco de cardo que había hecho la semana pasada.

Plato al micro para que se caliente y cuando vas a cogerlo, porque te entran las prisas y no puede esperar a que te ayude… casi todo el cardo se cae dentro del microhondas. Otro poquito de limpieza para mamá.

Y tras insistir en que vengáis a cenar... Paula, aprovechas para meterte en el baño y decir que te vas a duchar. Saliste una hora y media después cuando yo ya me había acostado y estaba dormida.

Llegas diciendo que qué hay de cena y me despiertas. Lo siento hija, pero la cena era a las nueve y mamá ya no podía más y necesitaba descansar.

Víctor, dices que no tienes hambre y te metes en el baño con el móvil. Ya te había puesto la cena sobre la mesa y se te enfrió. Creo que te pusiste a cenar cuando yo salía de la cocina para irme a acostar.

Chicos, me gusta cenar juntos. Es el único momento del día en el que estamos todos y podemos charlar de nuestras cosas. Claro, siempre que no os centréis en la tele y dejéis que hable, porque como os dé por prohibir hablar… 

Y digo yo que, ¿para qué somos una familia? No nos comunicamos, no nos escuchamos, no nos cuidamos… ¿Entonces?

Intento escucharos, me preocupo si os veo mal, os atiendo cuando estáis enfermos, os mimo cuando estáis enfadados, me armo de paciencia para que la convivencia en casa sea buena y nos sintamos todos felices. Pero, ¿podríais decirme que hacéis vosotros?

Sólo exijis y pedís, ¿os habéis parado a pensar por un momento en cómo están los demás?
Ya sé que soy una pesada y mi charla os parece aburrida y cargante, pero igual que vosotros protestáis y queréis que se os comprenda, yo también lo quiero.

¿Qué os parece si hacemos algo para que todo vaya mejor?

Respondedme, por favor, y pensad y escribir que podéis hacer para que las cosas sean mejores y podamos vivir más tranquilos.

Gracias.

Mamá

martes, 14 de enero de 2014

Iniciación

Aquella noche en la azotea, la luna nueva le permitía ver aquellas estrellas que la iluminación de la ciudad no había conseguido absorber. No entendía de astrología, pero sí poseía el gusto de contemplar la oscuridad y disfrutar de la grandiosidad del espacio.

Desnuda y con los brazos extendidos respiraba profundamente, mientras en su boca se dibujaba una dulce e inocente sonrisa.

La brisa de la noche rozaba su cuerpo provocando que su piel se estremeciese. La piel de gallina, los vellos de punta, los pezones erectos y esa caricia suave y cálida que la envolvía y la transportaba hacía la libertad de su locura.

- ¿Qué haces?
- Sentir la noche.
- ¿Para qué?
- Para llenarme de ella, ¿quieres probar?
- Bueno.

La niña deslizó por el hombro izquierdo su camisón quedándose desnuda junto a ella e, imitando a su compañera de juegos, terminó adoptando la misma posición.

Los ojos cerrados, la respiración profunda llenando su pequeño cuerpo y de nuevo esa sonrisa dulce e inocente que llamaría la atención de cualquier observador.

- ¿La sientes?
- Sí, sí que la siento.
- ¿Te llena?
- Sí, me estoy llenando.

Permaneció así hasta que el canto de los pájaros y la claridad del día le despertó de aquel trance divino.

Su cuerpo se había entumecido y sentía frío, miró alrededor y estaba sola.

- ¡Amiga! ¡Amiga! ¡Eh! – pero no halló respuesta.

Tomó su camisón, se vistió lentamente y, de manera mecánica, se levantó dirigiéndose a la salida.

Siendo o no consciente de lo que significaba portar en su interior la transmisión de aquella noche, giró la cabeza para volver a mirar al cielo. Un destello de luz apareció en sus grandes ojos y después… la sonrisa.

martes, 7 de enero de 2014

Déjate tocar por la vida

Siempre llegan los mensajes cuando más se necesitan...
 
Llega cierto momento en el que dejas de correr intentando huir del sufrimiento que te persigue, y simplemente permites que te alcance. En ese momento, el dolor, que siempre estuvo ahí, se torna mucho más evidente y claro, incluso parece intensificarse. Pero lo único que ocurre es que has dejado que te toque, has entrado en contacto directo con él; ya no te estás escapando.

¿Qué estás haciendo para intentar escapar del sufrimiento inherente a la vida humana?

¿Persigues objetivos que piensas que te van a hacer más feliz en el futuro? ¿Tratas constantemente de mejorarte a través de actividades que imaginas que van a hacer de ti una mejor persona de la que eres ahora mismo? ¿Intentas siempre estar acompañado/a buscando sentirte importante o que te quieran?

Puedes, sencillamente, dejarlo entrar; acoger el sufrimiento como un regalo que te muestra aquellos rincones de tu alma que te están pidiendo amor; que están pidiendo tu mirada. Puedes simplemente amar este único momento en la comprensión de que todo lo que está ocurriendo a través tuyo, aunque ahora no lo entiendas, es perfecto, y está cumpliendo su labor para el bien de todos los seres.

Intentar huir del sufrimiento es el mayor de los sufrimientos. Aceptarlo profundamente, como parte natural de la existencia, es el comienzo del AMOR.


Autor: Hugo Lega

viernes, 3 de enero de 2014

Me aburro

Se me acabó la inspiración de tanto usarla.

No es que ande vacía pero no me gusta repetirme. Quiero novedad en mis líneas. Quiero descubrir. Quiero pasión en mi interior.

Sí, pasión. O se escribe con pasión o mejor dejar las manos en los bolsillos. Y precisamente no siento ese empuje que hace que fluya de mi mente miles de mensajes, frases, letras… y me siento incómoda por ello, porque tengo muchas ganas de escribir. 

Siento esa inquietud por saber, por aprender, por conocer, por profundizar más allá, pero… algo me está frenando. Seguramente sea yo la que me frene y no es por no estar capacitada sino por “vaganza”. 

Esta vez supone un esfuerzo y no me parece que me llene. Será una excusa. Va a ser miedo.

Miedo de dar otro paso o falta de comprensión, sea lo que sea me tiene inquieta y enfadada.

Me aburro! Frase que escucho de mis “fieras” día tras día. Y yo que decía que nunca me aburría… pues toma, tres tacitas de tu aburrida inspiración.