miércoles, 22 de enero de 2014

Envidia mala, mala la envidia

"Que mala es la envidia". Parece una frase hecha, pero no, es una realidad como un templo.

A lo largo de mi vida he despertado envidias y he tenido que lidiar con ello y solucionar las consecuencias que eso pudo ocasionarme. Pero no se ha terminado. Ahora las envidias las despiertan mis hijos y 'van a por ellos', sobre todo a por el mediano.

Es un niño diferente por muchos motivos. La noticia de que fuese varón hizo que siendo tan sólo un embrión, sintiese que a su madre no le hacía mucha gracia.

Tuvo que soportar mucha tensión durante su desarrollo fetal porque yo estaba tensa por situaciones en el trabajo, por tensiones en casa con su padre, y porque para mí los embarazos han sido verdaderas enfermedades y me han causado muchos trastornos físicos.

Ya presentía que iba a ser un niño con carácter porque me despertaba por la noche si la postura en que dormía le hacía sentirse incómodo. Incluso empujaba el colchón para que me diera la vuelta. Niño fuerte y con genio.

Tanto stress sufrí en ese embarazo que nació seis semanas antes, con tan mala suerte, que sus pulmones no estaban formados y cogió una bronconeumonía.

Apartado de su madre de raíz durante sus primeros diez días de vida. Atado en la incubadora porque se arrancaba las vías. Pinchazos por todo su cuerpecito de 'trapo'. Fue una tortura para él y para los que le estabamos observando. Al menos a mi me destrozaba no poder consolarle y que me restriguiesen las visitas.

Pero aún así era un bebé tranquilo que disfrutaba de mis abrazos y mimos cuando, por fin, lo trajimos a casa.

Al mes de vida sufre un proceso de apneas, en el que ví peligrar su vida. Creía que me quedaba sin mi precioso bebé y luche para que no se fuese de mi lado reanimándole y dándole mi aliento hasta que pudimos llegar al hospital y que le atendieran.

Si creíamos que ya había sufrido bastante nos habíamos equivocado. Durante más de 24 horas estuvieron luchando para que no dejase de respirar. Cada 15 segundos paraba y los médicos y enfermeras le pechizcaban en los pies para que volviese a respirar.

Cuando me lo dieron a los dos días ya era diferente. No paraba de llorar, nada le calmaba, sólo mis brazos y mi pecho pero no durante todo el tiempo... incluso las enfermeras, que me trataron como madre primeriza, se rindieron y lo dieron por perdido.

A partir de hay supe que mi hijo era diferente y que me iba a tener envilo de por vida.

Y puede comprender que él me tenga en alerta porque es mi hijo y como madre me preocupo por él y de su bienestar, pero cuando veo que muchos de sus sufrimientos son causados por las envidias de otros... me callo, no digo nada, pero por dentro les cogería y les diría cuatro cositas.

Encima piensa que son sus amigos y no se da cuenta de que lo que pretenden es fastidiarle y de que se le castigue, se le encasille y se le reprima y se le aparte.

Envia mala, mala la envidia, sea como sea siempre en nuestras vidas.

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