martes, 3 de marzo de 2015

Sentidos trastocados

Sentada al volante de mi coche, con el sentimiento del fracaso en la boca (un nuevo experimento culinario que acaba de darme a probar mi suegra), arranco en busca de algún lugar dónde poder arrojarlo fuera de mis delicadas papilas gustativas.

Ojo, el nombrecito que ha ideado para el postre y encima me dice que lo ha hecho para mí.

No podía escupírselo en su cara (aunque ganas no me faltaban), así que con una enorme sonrisa me he despedido de ella y he salido a todo gas para perderla de vista.


Ya podría darme del caviar que guarda en la nevera con el que se pone ciega, o el delicioso marisco que guarda para las visitas. Pero no, sólo me da lo que no quiere nadie, las sobras, lo que no hay quien se lo coma.

Voy a tener que hacer algo para que las personas se replanteen su supuesta generosidad, esa que todos comentan que tiene pero a mí no me engaña.

Mi suegra me odia y quiere acabar conmigo, sino ¿cómo se explicaría lo que le sucede a mi mano?






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