Me duele la
cadera y, si me centro en ella, vuelve el llanto a aflorar.
La boca del
estómago llora, la cadera llora, mi tobillo llora, mi rodilla llora… la mitad
de mi cuerpo llora y no la dejo llorar.
Otra vez el
llanto asoma por mi estómago, lo justo para mojar mis ojos y volverle a ocultar.
Si pudiera
dejar que este torrente emanase, la liberación y desahogo me permitiría
sentir el vacío que tanto ansío.
Liberar las
emociones enriquece y niego mis emociones. No las dejo fluir. Quiero pero no
puedo o puedo pero no quiero.
Y mientras,
busco ese rincón de soledad en el que dejar salir mi dolor.
Añoro mi
soledad buscada, la quiero, la necesito… tanto tiempo sin tenerla que ya te
echo en falta.
Te necesito
soledad, quiero sentirte de nuevo, añoro tu bienestar, añoro tu calidez, añoro
la sensación de ser, añoro tu calma y tu fé... Vuelve a mí, no me dejes en el
bullicio. ¡Sácame de aquí!
Te necesito
soledad, para avanzar, para sacar, para liberar, para despejar.
Por eso pido a gritos luz y
clarividencia en mi camino para que me guíe y nos salve.
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