jueves, 19 de diciembre de 2013

Un regreso a un pasado puntual

Rebuscando entre mis papeles encuentro mensajes, notas, escritos que hacía tiempo no había vuelto a tocar.

Y hay uno especialmente, sobre el que me gustaría escribir. Es hora de analizarlo y reflexionar como ha ido cambiando mi vida al cambiar yo.

Hace cuatro años me sometí a una regresión para comprender por qué mi vida era como era en ese momento.

Quería saber cosas para poder ayudarme y salir de ese pozo de oscuridad en el que me hallaba.

Preparamos ese fín de semana con entusiasmo, aunque unos días antes mi cuerpo me anunció lo que iba a suceder en esa sesión.

En ese momento, que apareciese mi utero por la vagina, me asustó y mucho. Pero no lo relacioné con lo que iba a vivir el sábado hasta un tiempo después.

Comienza mi Regresión…

“Estoy paseando por un camino elevado. A mi izquierda y hacía abajo veo un montón de árboles muy grandes. Siento el ruido del agua… debe haber un río pero no lo veo.

Soy pequeña, muy pequeña, tengo la sensación de que debo tener unos cuatro años. Voy descalza y mi ropa es de tela de saco. Aspera y sin buena confección.

Voy muy contenta y feliz. Correteo según me adentro en el bosque. Hay un montón de árboles y arbustos con hojas pequeñas y muy verdes. La luz del sol atraviesa entre las hojas y da un color precioso a todo. Es de mañana.

Alguien me acompaña. Es un hombre. No sé quién es pero yo voy muy confiada como si le conociese o como si aunque no le conociese no me causase ninguna amenaza. Estoy muy confiada.

En ese momento mi mente comienza a pasar las imágenes muy deprisa. No consigo retener ninguna. Sólo busco una puerta de salida. Quiero salir de allí y busco la oscuridad o una puerta por la que escapar.

Comienzo a intuir que algo me está pasando pero no tengo claro el qué o no quiero saberlo.

Mi terapeuta insiste en que pare en algún sitio. Tras unos segundos o minutos (a mí me parece eterno), consigo que mi mente se pare en un cielo. Veo un cielo rojizo. Lo estoy mirando desde el suelo. Estoy tumbada en el suelo del bosque.

Me dice que vuelva atrás para ver que ha pasado. Me cuesta. De repente siento lo que me ha pasado. ME HA VIOLADO. Ese hombre que me acompañaba me ha violado. No le veo en ningún momento.Y mi mente fabrica imágenes de fieras que me están acorralando o atacando.

No lloro, sólo siento un vacío enorme. Algo me han arrebatado, mi inocencia, mi alegría, mi pureza, ya no soy la misma, sólo quiero levantarme y marcharme de allí.

No expreso ningún dolor, ni pena. Creo que me he quedado bloqueada o me he quedado en estado de shock.

Veo la escena desde fuera... como me levanto sin pensar, ni sentir... como me voy...

Mi terapeuta me indica que le lleve a mi casa. No la veo. No encuentro mi casa. Sólo veo bosque y más bosque. Me da la sensación de que ya es por la tarde.

Al final del camino la veo entre los árboles. Me parece que que voy ascendiendo y la veo en lo alto del camino. Bajo hacía ella. Está en un pequeño claro del bosque.

No se si la casa es así realmente, pero yo la veo como de cuento. Las paredes amarillas claritas, con vigas de madera y puertas y ventanas de madera. Muy grande. No sé si lo es o al ser tan pequeña me parece muy grande.

Entro en la casa. Veo una silla de troncos de madera muy ancha y grande. El respaldo son dos troncos cruzados. Veo una mesa de madera a su lado muy alta también. La casa está sin luz, sólo la que entra por unas ventanas que hay a la izquierda y otra detrás a mi derecha.

No hay nadie – mi terapeuta me indica que espere.

Veo un taburete o silla pequeña y me siento en ella cerca de la mesa, casí estoy bajo la mesa.

Cierro mis piernas y pongo mis manos en las rodillas y me quedo quieta esperando.

No siento, ni pienso. Sigo allí quieta, inmóvil con la mente cerrada o en blanco, no quiero que me vean.

Al rato siento que llega alguien. Miro a la puerta y entra un hombre afable y alegre con grandes bigotes rizados hacía arriba de color rojizo y de barriga muy grande. Viste de color amarillo una camisola ajustada con un cinturón. No es muy alto pero a mi me parece enorme.

Le reconozco, es mi padre. Entra en casa dando grandes pisadas y moviendo los brazos como en una marcha. No repara en mí. Entra hablando en alto y viene con alguien.

Veo a una mujer a mi izquierda, de espaldas a mí, con una larga trenza de cabello rojizo también. Está afanada en las tareas de la cocina parloteando con mi padre. Es mi madre.

Ninguno me mira ni me habla, es como si fuese invisible o como si yo quisiese ser invisible, no lo tengo claro si interiormente estoy pidiendo auxilio, o prefiero que no me pregunten, o que me hagan caso, pero nada, ellos siguen a lo suyo.

Hay un perrito pequeño blanco y con alguna mancha negra. Me está lamiendo las manos y es el único que me atiende. Me siento muy agusto con él, es mi amigo, él que me escucha internamente y él que me mima y atiende. Parece que fuese el único que se percatase de lo que me ha sucedido y me cuida.

En ese momento mi terapeuta me indica que vaya hacía delante a otro momento de esa vida.

Me veo como una joven de unos veinte años más o menos. Llevo una larga trenza y mi ropa consiste en un vestido o falda larga de colores grisaceos. Mi piel es muy blanca y mi pelo una mezcla de pelirrojo y rubio. Voy cargando algo. Creo que una lechera o una vasija grande. No lo tengo muy claro pero sé que es pesada.

Estoy en el camino creo que en dirección a mi casa. Es un camino que sube y estoy justo cuando empieza a bajar.

Escucho el ruido de un caballo que se acerca. Alguien se aproxima por mi izquierda. Estoy parada fuera del camino, en el lado izquierdo y no quiero mirar, incluso me doy la vuelta cuando se acerca el jinete. Siento miedo y no quiero parar. Le ignoro y continúo pero él se sitúa delante entorpeciéndome el paso. Se está riendo y burlando de mí, creo que es el mismo hombre de la otra vez.

Esta vez si le veo, es moreno con el pelo en melena corta y tiene bigote y perilla. Lleva un sombrero con una pluma o algo así. Por su ropaje parece un mosquetero.

Presiento lo que me va a hacer y mi mente se vuelve a ir quedando parada en un cielo oscuro en el que está anocheciendo.

Mi terapeuta no me permite salir y quiere que regrese, que vuelva a ese momento. Le digo que no quiero volver a vivirlo, que no quiero sentirlo de nuevo.

Pero regreso al momento viendo la escena desde fuera, como una espectadora.

Yo no le hablo y miro al suelo o a un lado de camino volviéndole la cara. Intento salir corriendo pero él me sujeta por los hombros y no me deja... no veo nada más pero siento lo que me ha hecho... ME HA VUELTO A VIOLAR.

Entonces mi terapeuta me dice que ya se acabo, que ya paso, que no tengo que volver a vivirlo y termina la regresión.” 


Tras la regresión me cuestioné un montón de cosas y analicé esa vida comparando con la que me había tocado vivir.

Parte del trabajo de la regresión era realizar un análisis psicológico de la situación. Entonces escribí en un tono frío y aséptico como si de otra persona se tratase: 

Debido a la violación esa niña queda turbada y en estado de shock, bloqueando su dolor y cualquier forma de expresar lo sucedido. No comprende nada, pero entiende que algo ha desaparecido de ella y que ya la vida no es igual.

Se vuelve callada, retraida, temerosa. Cree que lo sucedido debe ocultarlo como si ella hubiese hecho algo para merecerlo, como si fuese un castigo, una vergüenza, por miedo a lo que le puedan decir y a ser juzgada o reprendida.

A partir de ese momento siente que es observada como si todo el mundo lo supiese y como si llevase un cartel o una marca en la cara que dijese… “viólame, me dejo, no te denunciaré, ni haré nada para inculparte”, esto más bien lo he sentido en esta vida, supongo que ella lo que sentía era que no podía hacer nada para evitarlo porque las mujeres estaban allí para soportar eso y más.

Piensa eso, sobre todo cuando le sucede por segunda vez, aunque seguramente lo pasase en más ocasiones. 

Después debíamos analizar los paralelismos existentes en aquella vida con la actual y ahí fuí más consciente de por qué mi vida de ahora se parecía a la de aquella. 

Por desgracia aquella vida es igual que la actual. No de la misma forma pero si he sufrido abusos sexuales desde los 4 años, luego a los 8, a los 12, en la adolescencia desde los 17 a los 20 años aproximadamente incluso he mantenido muchas veces relaciones con mi ex sin querer hacerlo, pero me aguantaba.

Y sólo me he defendido cuando estaba sola, si el lugar donde estaba (autobus, metro,..) estaba muy concurrido me limitaba a bajar en la próxima parada, pero si estaba sola con la persona en cuestión si fui capaz de defenderme y enfrentarme pero ya con 18 o 19 años, antes no. 

Además tengo aversión por los hombres de uniformes sobre todo los relacionados con la seguridad nacional, local,... no me atraen e incluso les hago frente y les detesto.

Otra cuestión que debía responder es qué había arrastrado de aquello en esta vida: 

He arrastrado la vergüenza de ser así, de pensar que es mi sino y que no puedo hacer nada para luchar contra él, he asumido que esa es mi vida y lo tengo enterrado en lo más profundo de mi. 

Además debía analizar qué no había superado y cómo me afectaba: 

Evidentemente, es un hecho que aún no he conseguido superar. Se ve en mis actos y en mis relaciones afectivas en general, no sólo de pareja. No defiendo ni hago valer mis sentimientos, dejando a un lado mis cosas por no darles valor y pensar que las cosas de los demás son más importantes anteponiéndolas a las mias. 

Y por último me preguntaba qué ayudas tenía: 

Por suerte te cruzaste en mi camino. La terapía y los cursos han sido de gran ayuda, sobre todo para destapar y desvelar lo que he estado viviendo. Este último año está siendo duro e intenso pero a la vez muy práctico y resolutivo. Todo esto me ayuda a ver las cosas y enfrentarme a ellas por muy dolorosas que sean.

Por fín me he permitido llorar y sacar ese dolor que tenía muy dentro. Sé que no es suficiente pero al menos he encontrado la raíz de la cuestión.

Tengo momentos en los que pienso que que bien, que ya lo sé. Otras que pienso que vale, lo sé y ahora qué. No se si voy a poder superarlo y terminar con ello para siempre.

Me siento con estados de ánimos muy variables pasando de la alegría al llanto en pocos minutos. Me astian ciertos comportamientos de la gente.

Extraña, rara, muy pensativa y dándole muchas vueltas a la cabeza y triste pero a la vez contenta. Vamos que sólo me aguanto yo aunque se que por otro lado me estoy liberando y voy a poder superarlo.

Lo ves?Te digo en una frase una cosa y a continuación otra… pues así me encuentro. 


Han pasado cuatro años ya.

Cuatro años de continúo aprendizaje, pero ahora sin dolor, ni pesar... sólo con las ganas de aprender y seguir dando pasos hacía mi paz interior y la de los que me rodean.

No hay que olvidar el pasado, pero hay que tenerlo en mente sin dolor, desde el perdón.

Ya no me duele, ya no me juzgo, ya no lo permito.


Ahora me respeto. Atiendo mis deseos. No antepongo lo importante para mí.

Tengo prioridades, tengo metas y lucho por lo que quiero que sea mi vida.

No me olvido de los que tengo cerca, jamás, porque lo que hago para mí es lo que deseo para ellos.

Si he tenido que pasar por lo mismo que viví en siglos pasados, habrá sido para conseguir superarlo y arreglarlo en esta vida.

Y puedo decir que esa tarea ya está hecha. Ahora a cerrar capítulo para que mis descendientes no lo repitan.

Fue una regresión muy dura para los espectadores que existían en aquel momento, pero para mí fue algo más de mi vida y lo viví de otra manera muy diferente a ellos.

No había tanto dolor, al menos aparente en aquel momento, porque estaba recordando mi vida y la sentía como algo normal en mí.

Ahora que lo leo pasado este tiempo, sigo teniendo las imágenes muy presentes en mi cabeza. Incluso recuerdo más detalles de los que había escrito, pero mis sentimientos son diferentes. 

También recuerdo cada una de las veces que he sido humillada y violada en esta vida. Esas cosas no se olvidan, y mira que tengo lagunas y recuerdos perdidos, pero... estas vivencias ahí quedan.

Cuando leo el analisis posterior y mis reflexiones veo a una Esther muy diferente a la que soy ahora.

Ya no me siento perdida. Ahora sé como afrontar las cosas. Veo mi evolución y me siento feliz, orgullosa y contenta por ello.

Fuí afortunada al poder destapar ese lastre que acarreaba desde hacía muchas vidas.

En este momento de mi vida y de mi aprendizaje continúo con más terapias. He conocido a una persona muy interesante que hace un gran trabajo.

Fué necesario hace pocos meses hacer una limpieza de ancestros paternos y maternos.

Se sorprendió al comprobar que por ambas ramas existían abusos. Generaciones tras generaciones han vivido y sufrido lo mismo que yo.

Colaboré en lo que me pidió a la hora de limpiar a mis antecesores. Aquellos que se quedaron perdidos por el dolor, por la rabia, por los celos, por la envidia, por la mentira, por la mala conciencia... asesinatos, embustes, hijos no reconocidos, hijos abandonados, abusos, engaños... forman parte de mi pasado y ese lastre fue heredado por mi familia.

Agradezco esa limpieza profunda que sé que va a traer cosas buenas a mi hogar, al de mis padres, al de mis hermanas y seguro que al de mis hijos.

Sé que me olvido de muchas cosas, pero lo que fluye de mi mente quiero que quede escrito para no olvidarlo jamás.

Quizá me arrepiente de no haber escrito durante toda mi vida todo lo pasado, todo lo vivido, para ahora poder recordar o escribir en profundidad sobre mi vida con la idea de ayudar a los demás.

No quiero riquezas ni reconocimientos, sólo quiero que mi paso por esta vida sirva de ayuda a la humanidad. Quizá suene pretenciosa pero lo escribo desde la humildad y preocupación por un mundo mejor.

Sé que las personas aprendemos de errores, que por mucho que nos digan o leamos no vamos a hacer caso más que a nuestras vivencias.

Pero aún así, no me asusta eso y seguiré escribiendo lo que recuerde, lo que sienta y lo que salga de mi mente y de mi corazón.

Este fue el recuerdo de un pasado superado no deseado, no olvidado... quizá mañana encuentre un futuro no olvidado pero si vivido como deseo.

3 comentarios:

  1. Esther.
    Los humanos tenemos en nuestro interior coss que debemos sacar y avanzar.
    Estoy sin palabras a penas, de ver y comprobar lo valiente que eres.
    Estoy muy contento y me orgullece ver como has sacado de tu interior esa serie de sucesos.
    besos.

    ResponderEliminar
  2. Ahora te toca a tí ;).
    Un abrazo con todo mi amor.

    ResponderEliminar